Durante el mes de febrero tuve la oportunidad de probar la nueva cámara DSLR de Nikon, la D780 que viene a sustituir a una de las réflex digitales más completas que se han fabricado: la D750, que parece que fue ayer cuando salió al mercado y ya han pasado casi 6 años, con todo lo que ello implica en tecnología.
Su exterior se asemeja mucho al de su predecesora y a otras muchas, pero su interior se ha renovado y mejorado en muchos aspectos. Podríamos decir que es una cámara que ha sido diseñada para complacer a un público, cada vez más numeroso, que tiene amplios conocimientos de fotografía y que quiere sacar el máximo rendimiento a su equipo, ya sea como aficionado avanzado o como profesional. Es una cámara que ha heredado lo mejor de sus antecesoras, es decir: una resolución magnífica, un color fantástico y un enfoque preciso y rápido.
Mi opinión es que nos encontramos con una cámara que en principio nos sirve para todo y para demostrarlo he intentado probarla haciendo paisajes, viajes y animales. He trabajado con ella en la costa asturiana, fotografiando una galerna, con fuertes vientos que la llenaron de salitre, he intentado plasmar la belleza y el colorido del carnaval de Venecia y he puesto a prueba su velocidad de enfoque con algunas de las aves más emblemáticas de nuestra fauna.
Me hubiera gustado haberla probado con un grip que equilibrase mejor su peso pero no ha sido posible. No obstante, las sensaciones que he tenido con ella en la mano han sido agradables. Es ligera, resistente y los botones principales están donde tienen que estar.
Dicho esto, vamos a profundizar más en sus características.