Hoy pasa el Trecer Grado, Francisco Mingorance se dedica a la fotografía de naturaleza de forma profesional hace ya cerca de tres décadas. Durante más de veinticinco años ha ejercido de reportero gráfico para la gran mayoría de revistas, periódicos y ediciones más importantes del mundo. Muchos de estos trabajos han sido reconocidos con diferentes galardones . Así mismos sus fotos han servido para ilustrar las páginas de más de una docena de libros y fuente de aprendizaje he inspiración para muchas generaciones de fotógrafos de naturaleza. Después de todos estos años ejerciendo esta labor como reportero gráfico, ha aparcado un poco este trabajo para centrarse en ambiciosos proyectos editoriales en los que ejerce como fotógrafo, escritor y editor de sus propias obras.
¿Cuánto tiempo hace qué se dedica a la fotografía cómo profesión?
Cerca de tres décadas, aunque desde pequeño siempre me he sentido enormemente atraído por la naturaleza y en especial por los animales.
¿De dónde viene su vocación?
Creo que nací con ello, aunque como en muchos de mi generación fue sin lugar a dudas Felix Rodríguez de la Fuente quien encendió la chispa de mi vocación.
¿Cuál es el género fotográfico al que más se ha dedicado?
En mi caso siempre me he considerado un fotógrafo amante del color, la luz y el detalle. Aunque si con algo me identifico particularmente es con la fotografía de fauna en acción. En este campo cada imagen, por lo efímero del momento, requiere un enorme reto que tengo que afrontar cada vez que me pongo delante del ocular de una cámara.
¿Cuáles considera que son sus referencias fotográficas?¿Quién o qué ha inspirado su forma de ver la fotografía?
En cuanto a la forma de ver la fotografía soy completamente autodidacta y por lo tanto me inspiro única y exclusivamente en las maravillas que la naturaleza me regala. No suelo para nada estar fijándome en lo que hacen unos y otros, siempre he preferido basar mi trabajo en lo que mi propia creatividad pueda dar de sí. Intento aprender de mis propios errores, perfeccionarme y crear imágenes con sello propio, sin ningún tipo de referencia que pueda contaminar mi visión de las cosas. Los intentos de copias he imitaciones me revientan en grado sumo.
¿Recuerda su primera foto profesional?
Por supuesto, fue un reportaje del pinzón que publique en la revista Natura, ver mi trabajo publicado en una revista de la categoría de Natura fue algo extraordinario.
¿Recuerda cuánto le pagaron por ella?
125.000 de las antiguas pesetas.
¿Cuáles son las ventajas que encuentra en la fotografía digital?
A mi personalmente me ha costado mucho trabajo adaptarme, cuando después de años conseguí dominar las diferentes películas, texturas, grano, colores y utilizarlas adecuadamente, de un plumazo todo se va al garete. No obstante he visto la luz con el digital porque ya no tengo el gasto de película de antes y el trabajo es mucho más seguro, con relación a los megapixels es lo que menos me preocupa sigo mucho más obsesionado por documentar grandes proyectos de conservación de forma que mi trabajo siga siendo de gran valor ecológico y documental no solo para fotógrafos sino también para biólogos, científicos y naturalistas.
¿Qué echa de menos de las analógicas?
La garantía de una imagen bien captada y punto, hoy no me puedo creer la mitad de lo que veo, retoques y photoshop, montajes, colores imposibles, etc. Afortunadamente las grandes competiciones internacionales exigen el original de la captura para garantizar la veracidad de la imagen, aún así miles de fotos son descalificadas cada año.
¿Qué pieza de su equipo valora más?
En estos momentos mi D3 y mi zoom 200-400 VR, la mejor cámara del mundo para mi trabajo y un objetivo zoom profesional con una calidad soberbia. Este objetivo me permite ajustar a la perfección la toma que tengo en la mente.
¿Qué foto le gustaría hacer que todavía no haya conseguido?
Millones de imágenes están ahí esperando, joyas de nuestra fauna y flora, la diversidad de nuestros espacios protegidos. Creo que España, por su situación geográfica cuenta con una naturaleza única y exclusiva, por lo tanto siempre hay algún sueño fotográfico en la mente.
¿Qué destacaría con orgullo del mundo de la fotografía?
Nuestra labor es vital en la conservación de nuestros valores naturales simplemente porque es inconcebible una protección efectiva de algo que no se conoce. Nuestros objetivos son los ojos de millones de niños por ejemplo que crecen viendo nuestras imágenes, ellos en el futuro tendrán la clave para conservar lo más valioso que tenemos, un legado natural sin parangón en el mundo.
¿Qué le gustaría eliminar, si pudiese?
La mentira, una foto retocada y afirmar que es así, un animal en cautividad y alegar que es en libertad, etc. Creo que la honestidad en la fotografía también está en peligro de extinción aunque, esto me hace sentir verdadera lástima por este tipo de personajes que se engañan así mismos y lapidan la magia de la fotografía.
¿Qué tres libros de fotografía nos recomienda?
La tierra desde el cielo de Yann Arthus-Bertrand, Edge of the Herat-Corner of the sky de Art Wolfe y por su puesto mi último libro Cien Latidos, un recorrido por la naturaleza española a través de las cien mejores imágenes que he obtenido en estos últimos diez años.
¿Después de tantos años dedicado a documentar la naturaleza española como te sientes anímicamente en estos momentos?
Francisco Mingorance es fotografía de naturaleza, todo en mi vida gira y se desenvuelve alrededor de mi trabajo. Cada día me despierto como fotógrafo y me acuesto como fotógrafo, es como una droga a la que estoy enganchado sin remedio. Después de 28 años de profesión precisamente ahora es cuando con más intensidad lo estoy viviendo, me costó mucho llegar hasta aquí y por nada del mundo lo dejaría, además estoy convencido y todos los que me conocen lo saben bien que sin la fotografía de naturaleza la vida tiene poco sentido para mí, nací fotógrafo y moriré fotógrafo.
Por favor, explíquenos alguna anécdota curiosa que le haya ocurrido realizando alguno de sus trabajos.
Permanece fiel en mi retina aquel maravilloso día en el que tras seis años dedicado al estudio de los camaleones andaluces, conseguí captar dos de los instantes más críticos de la vida de estos reptiles: la puesta y la eclosión.
En un túnel de unos setenta centímetros de profundidad excavado a lo largo de varias jornadas, en total oscuridad y a salvo de intrusos, se produce el milagro. Mamá camaleona va depositando uno por uno todo los huevos que ha gestado en su vientre, hasta una treintena. Agotada, exánime por el tremendo esfuerzo realizado durante el desove, aún conserva fuerzas para salir lentamente y en un postrer arranque de energía sellar la entrada del cubil donde late su preciado tesoro. Ahora resta una larga espera con la incógnita de si todo irá bien o no. Las amenazas se suceden; un año es mucho tiempo y por nada del mundo quisiera volver a perderme nuevamente otra eclosión.
Once meses después de la puesta, hacia finales de septiembre, cuando las condiciones meteorológicas eran más favorables para su desarrollo, se activó el fenómeno. Los pequeños camaleones empezaron, no sin antes realizar un tremendo esfuerzo, a resquebrajar el envoltorio que les había cobijado durante tan prolongado periodo. Algunos, en su afán por abandonar esa vieja morada que ya se les había quedado pequeña, necesitaron horas para poder librarse del flexible pero duro cascarón. Rememorando estas increíbles imágenes mi mente se trasladó en el tiempo, parecían auténticos minidragones, diminutos dinosaurios salidos más bien de una película de la era jurásica.
¿Hacía donde cree que camina la fotografía?
De hecho la fotografía tal y como yo la conocía está en peligro de extinción, el futuro, me da miedo pensarlo, ¿más técnicas de retoque, cámaras de 50 megas y ha recortar en casa, cámaras de 40 fotos por segundo y a coger el fotograma ideal, la fotografía tal y como la conocemos en estos momentos también desaparece.