Las prisas en la celebración y, sobre todo, la exclusión de algunos colectivos, como las asociaciones fotográficas o las nuevas generaciones fotográficas tanto del ámbito amateur como de los estudiantes que se están formando hoy en las escuelas, han impedido que se abriera un debate realmente plural y transgeneracional.
Las mesas a las que asistimos en SCAN, no consiguieron, en general, despertar el interés ni poner en pié ideas constructivas. En la Mesa dedicada al Patrimonio Fotográfico pesó demasiado la implicación con la administración que tenían algunos de los miembros de la Mesa, lo que derivó en la incapacidad de adoptar una actitud realmente crítica con la política de la Generalitat en cuanto a la compra de obra fotográfica para sus instituciones culturales, cuyo presupuesto para este fin es inexistente.
La única excepción al ineficaz planteamiento fue la Mesa dedicada al Mercado y Coleccionismo, coordinada por Pepe Font de Mora y que contó con la participación del coleccionista Rafael Tous, que transmitió con sus palabras la pasión por el coleccionismo a los asistentes “Hay que creer en el arte. Sin amor es imposible crear una colección?
La galerista Chantal Grande, manifestó esta misma pasión y su esfuerzo por facilitar la compra de obra a personas que se sienten atraídas por una pieza “con la que desean convivir?. Fue un bonito y constructivo debate que se complementó con la conferencia del coleccionista suizo Michael Auer y el visionado de su extensa e interesante colección fotográfica.
Probablemente la Mesa más triste y gris de todas las jornadas fuera la dedicada a La Fotografía en el Proceso Educativo. Estados y Alternativas. Incapaces de plantear alternativas, los participantes en la mesa, todos ellos pertenecientes al sector de la enseñanza pública, se limitaron a explicar su propio ámbito de trabajo y a lamentarse del estado de la enseñanza y de su falta de recursos.
Las críticas del público fueron las más duras y justificadas de todas las que se escucharon durante las jornadas, por su discurso derrotista y parcial de lo que es la enseñanza de la fotografía.
Pero quizás el sabor más amargo que dejo esta Mesa lo puso el ponente José Carlos Suarez, profesor de la URV, quien utilizó la demagogia más absurda para reivindicar el éxito de estas jornadas con la participación de los jóvenes que, según él, habían llenado cada día la sala.
A nadie de los presente se nos escapó que esas pocas decenas de jóvenes eran, en su mayoria, alumnos de la Universidad de Tarragona, y obtenían créditos libres certificando su asistencia a las jornadas. Como tampoco el hecho de que, la mayor parte del público presente había acudido desde Barcelona, muchos en los autobuses fletados por la propia organización que también había pagado noches de hotel a algunos asistentes, todo para garantizar un mínimo de asistencia.
En resumen, la impresión general fue decepcionante, más por los planteamientos de la organización que por el estado de la fotografía, que era el tema del debate. Hubo poco espacio para la crítica y menos aún para la autocrítica, que se manifestó en el discurso final de políticos y organizadores con una franca autocomplacencia.